Aviso
de contenido: violación, abusos sexuales en la infancia, acoso sexual, bullying,
violencia transmisógina
En los
últimos días, dentro del femicismo, se ha extendido un mensaje de sororidad
entre mujeres basado en los momentos “compartidos en los baños de discoteca”,
que ha llegado hasta un artículo en El País ( http://verne.elpais.com/verne/2017/03/06/articulo/1488816514_803075.html ) y que ha circulado masivamente por mis
redes sociales, de manera que me era absolutamente imposible evitar verlo.
Este
último año, además, se han puesto en práctica en varios estados de Estados
Unidos varias leyes para obligar a las personas trans a ir al baño de su género incorrectamente
asignado al nacer, poniendo así en peligro a las mujeres trans, personas
transfemeninas y personas de género no conforme que sufren transmisoginia, pues
nos veríamos obligadas a ir a baños de hombres o a ser expulsadas del baño
(muchas veces de manera violenta o por la policía). Este modelo parece que
quiere extenderse globalmente con este virus infeccioso que es el capitalismo
(está pasando en México, de la mano de policías, por ejemplo http://verne.elpais.com/verne/2016/10/28/mexico/1477665379_338713.html
).
La raíz de eso es la creencia transmisógina y absolutamente infundada de que las mujeres trans son hombres vestidos de mujeres que quieren agredir sexualmente a otras mujeres (no existe ningún registro de nada parecido ocurriendo en un servicio nunca - por supuesto sí de hombres acosando a mujeres en los servicios, como en cualquier otro espacio público o semipúblico -). Además (y de esto se habla menos), de la romantificación del servicio de mujeres como un sitio “seguro”, “de refugio”, “que debe de ser protegido de los hombres”. Esto tiene un efecto muy real y directamente del patriarcado: al generar un espacio como - idealizadamente - “seguro”, el otro espacio (eso es, el baño de hombres) es donde no funcionan las reglas de la “seguridad”, allí no hay nada (ni nadie) que proteger. Es un espacio de libertad y camaradería masculina. En definitiva, un espacio peligroso para quien no es un hombre.
Para las personas transfemeninas, ir a un servicio público es un acto de riesgo, un recordatorio de que nunca seremos vistas como chicas, en forma de miradas e incluso exclusión explícita (yo (y muchas de mis amigas) he sido expulsada varias veces de servicios por mujeres empeñadas en que yo no entraba ahí). La segregación de los baños tiene consecuencias negativas en las mujeres trans y todas las personas transfemeninas, pues quedamos relegadas a tomar siempre una decisión en la que siempre se puede ver puesta en riesgo nuestra seguridad e integridad física (pues una persona transfemenina en un baño masculino es susceptible de miradas y agresiones – muchos hombres cishetero odian y fetichizan a las mujeres trans a partes iguales como forma de construir su propia masculinidad tóxica, y conforme vamos apareciendo hipervisibilizadas en los medios de comunicación esta violencia se refuerza y se hace más explícita –).
Cuando
tenía 7 años, sufrí una violación en un
aseo masculino, el de mi género asignado al nacer, a pesar de que yo no era un
chico.
Cuando
tenía 13 años, en los vestuarios masculinos del instituto, no quería quitarme
la camiseta, y por eso se burlaron de mí, me empujaron y más tarde me tiraron
un balón medicinal a la cara.
Más
tarde y ya fuera del armario, he sufrido varios intentos de agresión sexual en
baños.
Siempre
que me pasó en el de hombres había entrado porque las experiencias de ser
expulsada del de mujeres me hacían pensar que era la mejor idea.
Cada
vez que voy al baño, tomo una decisión que siempre supone algún tipo de riesgo
de agresión o, como poco, de sufrir miradas y risas, que resultan un activador
de mi miedo al bullying desarrollado durante años de acoso escolar.
Por
eso, muchas personas trans (especialmente transfemeninas) hemos abogado por la
creación de baños no generizados ( http://www.huffingtonpost.com/kat-blaque/defecating-while-trans_b_9560736.html
, http://transwellness.org/resources/educational-materials/gender-neutral-bathrooms/
).
Es
decir, queremos eliminar los marcadores de género de los baños, de manera que
las personas transfemeninas y mujeres trans no estemos en peligro de ser
excluidas del servicio de mujeres ni atacadas en un servicio de hombres.
Sobretodo, esto es especialmente importante para les menores trans, además
eliminaría esa barrera de “los espacios seguros” y “la gente a la que proteger”
(completamente fuera de sitio, pues en los servicios de mujeres no son más probables las agresiones sexistas que en ningún otro sitio público y sin embargo en los de
hombres – a personas trans – sí, precisamente por el refuerzo de este espacio
como un espacio de masculinidad – ¿sobra decir tóxica? – .), y no generaría en el imaginario estos espacios violentos y cisexistas desde pequeñes. Lo ideal: los
baños serían vistos como un sitio al que ir a hacer cada une sus necesidades, y
no como espacios generizados y donde la presencia de alguien con una
generización no hegemónica suponga peligro, morbo, asco…
Cuando
se compartió esta foto, ¿dónde están todas esas feministas aliadas que nos
siguen a personas trans, que luchamos activamente por la necesidad de baños sin
segregación de género?
¿Dónde
estaban mis amigas que saben que mi experiencia con los baños puede llegar a
ser / ha sido extremadamente violenta?
Por
supuesto, compartiendo la foto.
La
sororidad no puede ser sororidad si es a causa del trauma de personas sobre las
que tienes una situación de privilegio. La seguridad y los lazos de amistad
forjados no pueden ser en torno a espacios que son violentos para chicas
maltratadas por el patriarcado. Reforzar el cisexismo de los baños segregados
por género romantificando los baños de mujeres daña directamente a las mujeres
trans y a todas las personas que hemos sido excluidas de estos espacios,
creados directamente desde el patriarcado y basados en reforzar las normas de
género y un violento cisexismo.
Sí,
cada vez que compartís esa foto, cada vez que ejercéis la “sororidad de baño”
exclusivamente con otras tipas cis y sin daros cuenta de lo tremendamente
peligrosos que son estos espacios para nosotras, es violento.
Y no
entiendo que lo celebréis.
Como siempre, el femicismo es de unas y para el beneficio de ellas, a costa de la exclusión y la problemática que puede darse en torno a los temas romantificados en esta "sororidad" o "feminidad compartida" artificial y exclusionaria.